Opinión por: John Jairo Blandón Mena
La viabilidad social de Colombia como nación pasa por la imperiosa necesidad de construir un pacto social amplio e incluyente. Los campos y ciudades solo recuperarán su dignidad cuando los centros de poder y decisión se trasladen a sus ciudadanos y cuando la periferia o el país profundo deje de ser leído con miradas centralistas.
Más de dos centurias de gobernanza excluyente y desconectada de las realidades populares fracturaron definitivamente la confianza de las comunidades en la institucionalidad. Tanto a nivel nacional como local, la ciudadanía ha padecido un ejercicio del poder político que responde a los intereses de una mezquina élite politiquera que legisla y gobierna para eternizarse en sus posiciones de privilegio.
Mientras todo esto ocurre, las condiciones de garantía de derechos de la mayoría de las personas se diluyen y se configura una precarización generalizada de la vida y la dignidad de los colombianos. Ser uno de los países más desiguales del planeta es consecuencia de políticas sistemáticas que se han ejecutado para favorecer a un grupúsculo de ungidos en detrimento de los sectores más empobrecidos.
Sin embargo, lo que muestran recientemente las movilizaciones populares en Colombia, es que la ciudadanía encabezada por los jóvenes ya no está dispuesta a prolongar este estado de cosas. La juventud, que aquí ya suman 12 millones de personas, por fin descubrió que tienen la fuerza movilizadora y electoral para cambiar el rumbo de la nación.
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Los cambios se vienen gestando, no solo de ahora. El descontento de las nuevas generaciones se expresó en la elección de alcaldes alternativos en algunas ciudades importantes del país. El caso de Medellín es inédito. Con la fuerza de los jóvenes y de los cada vez más crecientes sectores progresistas de la ciudad se derrotó en las urnas a la rancia élite político empresarial que gobernaba la ciudad para sus propios intereses. Sin los miles de millones que financiaban las campañas recientes, y sin los apoyos de caciques y patrones políticos, Daniel Quintero Calle ganó la alcaldía porque en vez de comprar conciencias convenció con sus propuestas de modelo de ciudad innovadora e incluyente a los sectores populares de Medellín.
Desde luego, que haber derrotado a los que se consideraban dueños de los destinos de Medellín anticipaba sucesivos intentos de obstrucción a su obra de gobierno. Lo han intentado por todos los flancos de manera infructuosa: un boicot sin precedentes a EPM, empresa que está generando importantes ganancias luego de ser arrebatada del control de los gremios empresariales locales y puesta al servicio de los intereses ciudadanos. Un proceso revocatorio ordenado desde El Ubérrimo y las oficinas del Uribismo en Bogotá que está naufragando por no tener base popular. Y, una campaña de descrédito mediático, que cada vez se desvirtúa con las ejecutorias de la Administración Municipal.
Entretanto, en medio de las dificultades enormes que atraviesa el país. Medellín muestra un direccionamiento político serio. Un alcalde que está gobernando para la satisfacción de las necesidades colectivas, y que privilegia los intereses de la ciudad por encima de los de aquellas ínfimas minorías que por siempre bloquearon su democratización. Su proyecto de erigir a Medellín como el epicentro colombiano y latinoamericano del conocimiento y la innovación se viene concretando. La ciudad será el primer Distrito de Ciencia y Tecnología de Colombia, lo cual permitirá focalizar políticas y recursos para fortalecer el avance de estos temas de país.
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El paro fue un gran termómetro para el alcalde y su gobierno. Las movilizaciones en la ciudad no fueron reprimidas por la Fuerza Pública. La institucionalidad local garantizó la protesta ciudadana, y paralelamente se establecieron canales de diálogo con los manifestantes en los que se llegaron a acuerdos. Por eso, en medio de las tensiones generadas por las equivocadas, violentas y represivas políticas del Gobierno Nacional con las movilizaciones, en Medellín la alcaldía fue garante que el ejercicio ciudadano se diera en el marco de la constitución y la ley.
En Medellín está resurgiendo la esperanza de que la transformación social, política, económica y cultural del país será posible en beneficio de las poblaciones excluidas, empobrecidas y aisladas del ejercicio del poder.
- JOHN JAIRO BLANDÓN MENA Abogado, especialista en Derecho Administrativo, especialista en Pedagogía de la Virtualidad, especialista en Estudios Afrolatinoamericanos y Caribeños, magíster en Educación, estudiante de Doctorado en Educación, coordinador del Equipo de Trabajo de Medellín y Valle de Aburra del Proceso de Comunidades Negras en Colombia (PCN).