Muy alzadito anda el concejal Alfredo Ramos, quien parece que se sintió con alas después del comunicado de su partido ayer y que espera ansioso, que algunos de sus compañeros tengan problemas con el partido para salir a buscar el protagonismo que no tiene de otra manera.
Y es que suena hasta divertido el tono altivo con el que habla de ética y se cree con la autoridad moral para disparar dardos, teniendo en cuenta que es el hijo de una persona vinculada con parapolítica y que su hermano está imputado por presunto soborno a un juez.
Pero, aún más es la radiografía de un partido en debacle y desunido, en el que sus propios miembros se tiran por buscar sobresalir y en el que Ramos Maya se cree mejor por denuncias que hasta han salido falsas. Parece que el concejal no se repone de haber perdido y busca escupir veneno a todos lados, no importa sí son los colegas de su propia bancada.
Ramos habla de que él ha hecho oposición con argumentos, denuncias y franqueza. Tres cualidades que por ninguna parte se encuentran en su actividad política en el Concejo de Medellín. En primer lugar porque los argumentos han estado enfocados en utilizar la imagen del uribismo para atacar a la alcaldía, uno de los ejemplos es el episodio de un supuesto contrato con Centros Poblados que no era real.
Denuncias han sobrado, pero todas ellas son más intentos mediáticos que otra cosa, y la franqueza debería estar en reconocer los errores que los antecesores y de su propia familia. La franqueza no se gana tomando un curso de redes sociales o de cómo pararse ante una cámara. Se gana teniendo la valentía de reconocer errores y corregirlos.
En eso la familia Ramos está muy atrasada y parece no querer adelantar la materia.
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